Cuando todavía vivía en el centro de Montevideo, recuerdo convivir a diario con este gigante de cemento. Mirar por la ventana de mi cuarto y descubrir su figura casi de torpedo surgiendo entre los demás edificios. En mis tiempos libres me iba a recorrer su galería exterior jugando a descubrir los detalles de su fachada. Insectos, reptiles, flores, monstruos marinos cuelgan de los capiteles de las columnas y los pretiles de los balcones del primer piso del Palacio Salvo.
Otro recuerdo que tengo es ver a los Tatitos subirse al Salvo y salir volando. El canal 4 transmitía esta hermosa animación en stop motion hecha para que los niños se fueran a dormir y a mi me fascinaba ese capítulo puntualmente. Supongo que algo de eso se imprimió en mi.